foto de Eva Hibernia |
Cada día, al
comenzar, hay un pequeño rito ante el espejo. Las actrices trabajan sobre su
rostro la máscara de las Witches, las cabareteras que van a ir asumiendo los
personajes de la rica fauna shakesperiana.
Montse, nuestra mezzosoprano, utiliza el trayecto de venida para ir
calentando la voz, y ya en la sala, las actrices se desentumecen de estas
extrañas mañanas de lluvia y de sol, ahora frías, ahora calientes, repasando
partituras y agilizando dedos por teclas y cuerdas.
foto de Eva Hibernia |
Las Witches
van tomando cada vez más autoridad en escena, más carnadura. Su cosmos en la
orquestina es el verdadero corazón espacial de nuestra taberna-escenario. Desde
allí se comienza el espectáculo y se
bombean las escenas, ellas se expanden por todo el espacio para después
recogerse de nuevo en ese centro, para de nuevo volverse a abrir a las
diagonales, a las rupturas de cuarta pared, a los múltiples microcosmos que
vamos creando bajo la convocatoria milagrosa de la palabra y la imaginación:
¡al puro estilo isabelino!
Habitamos
Londres y eso conlleva no solo jugar a que estamos en presente en ese Londres
mítico de nuestro autor, por encima de
todo significa crear una proximidad con el público especial, desdibujar cada
vez más la orilla entre escenario y público de tal manera que todos estemos
inmersos en el mismo sueño, el prolongado sueño de nuestra noche de teatro. Igual
que los teatros londinenses eran de los pocos espacios públicos donde podían
coincidir distintas clases sociales, en nuestro Londres tienen voz prostitutas
y la mujer con más poder de aquel tiempo: la Reina Elisabeth I, todas tienen
palabras y una opinión sobre cómo vive cada cuál, en su condición, el placer
del teatro.
Con todos ustedes la Reina Elisabeth I. Foto de Eva Hibernia |
Nos
entusiasmamos con el texto de Marco Antonio y Cleopatra, por su belleza
exquisita. Acompañamos las sensuales y fogosas palabras de amor con el aliento
del saxo. Al principio a Berta se le hacía extraño ser una Cleopatra con un
saxo al cuello, ahora, el instrumento brillante, baila, respira y es una parte
más de su cuerpo, sinuoso, anhelante.
Marco Antonio y Cleopatra. Foto de Eva Hibernia |